Comportamiento del consumidor
Así, al acudir a la
literatura disponible acerca de comportamiento de compra del consumidor,
encontramos que la decisión en el contexto de este tipo de comportamiento no se
caracteriza por un consenso.
Podemos citar a Kotler (1996) quien afirma que el proceso de decisión varía teniendo en
cuenta el nivel de conocimiento del producto de la persona que compra y el
nivel de diferencias entre marcas (en orden de importancia) y nos da a conocer
los siguientes tipos de comportamiento de compra:
1.
Comportamiento complejo:
Existe en el momento en que
el consumidor está altamente implicado en un proceso de compra y tiene
conciencia de la existencia de grandes brechas entre marcas. Por lo general
ocurre ante una compra que requiere una fuerte inversión, por lo que este tipo
de comportamiento no es muy común. El consumidor pasa por tres etapas, primero
se desarrollan las creencias hacia el producto, después las actitudes y por
último se da la elección pensada.
2.
Comportamiento de búsqueda variada:
En esta compra el consumidor
no está muy implicado, pero percibe diferencias significativas entre las
marcas. El consumidor evalúa la marca del producto al consumirla; en estos
casos el cambio de marcas suele producirse por la búsqueda de variedad más que
por la insatisfacción.
3.
Comportamiento reductor de disonancia:
Mucha implicación del consumidor pero escasas
diferencias entre las marcas. Al elegir lo hará de manera rápida, ya que todas
son iguales. Una vez realizada la compra estará alerta a toda aquella
información que refuerce su conducta y va a evadir todo aquello que pueda
provocarle disonancia.
4.
Comportamiento habitual:
Así se comporta el
consumidor en situaciones de baja implicación y poca diferencia entre marcas.
Ocurre en habitual, ante productos de bajo precio y compra frecuente. En este
caso no vemos la secuencia creencias/actitud/conducta. Influye la publicidad y
que tan familiar nos resulta la marca.
El autor Ruiz (1997), por su
parte, hace diferencia entre decisiones de media o alta implicación y decisiones
de baja implicación.
1.
Decisiones de media y alta implicación:
Se conoce por que todas las etapas del proceso
de compra están presentes, y se desarrollan con mayor o menor intensidad
dependiendo de que el grado de implicación sea medio o alto.
2.
Decisiones de baja implicación:
Son típicas en situaciones de lealtad a una
marca o compras repetitivas de un mismo producto, la compra es más o menos
automática y no existe una verdadera evaluación del producto/servicio si todo
transcurre como en ocasiones anteriores.
En el trabajo de Lambin
(1987) se clasifican tres tipos de conducta a partir del nivel de riesgo notado
por el cliente. Lambin sostiene la hipótesis de que entre mayor riesgo
percibido, mayor incertidumbre sobre las consecuencias de la elección a
efectuar, mayor nivel de implicación del comprador.
1.
Conducta resolutoria extensiva: Se da cuando hay un elevado
valor de la información y/o del riesgo. El consumidor tiene que recabar y
analizar información que le permita tomar la decisión.
2.
Conducta resolutoria limitada: Durante esta conducta hay
riesgo pero los criterios de decisión están definidos. El consumidor se ve
obligado a decidir entre una o varias marcas nuevas.
3.
Comportamiento de rutina: Se lleva a cabo cuando el consumidor,
por su experiencia e información, tiene fijas sus preferencias de manera que el
proceso de compra es simple.
O’Shaubhnessy (1989) nos
habla sobre dos tipos de elecciones: “elegir sin decidir” y “decidir antes de
comprar”. En la primera incluye el hábito, la compra al azar y la preferencia
intrínseca.
1.
“Elegir sin decidir”: Se origina cuando decidir realmente no es un
problema ya que no es necesario deliberar para obtener los pros de las diversas
opciones de marca. Desde este planteamiento las decisiones pueden emanar de:
1.
El Hábito: Para tomar como base el hábito a la hora de comprar es
necesario un conocimiento previo del producto y/o marca. Cabe destacar que
cuando se adquiere el hábito, no es necesario deliberar ya que se conoce el
producto o servicio a adquirir, las preferencias están definidas y la conducta
ha sido reforzada con experiencias pasadas. Una vez generado el hábito, el
nivel de implicación del comprador tenderá a relajarse y como apunta
Quintanilla (2001) el consumidor no ponderará atributos o creencias de las
alternativas sino que simplemente obtendrá de la memoria un prejuicio.
2.
El Azar: cuando el consumidor opina que todas las marcas
consideradas son percibidas positivamente, puede recurrir a la suerte. Este
tipo de elecciones se produce ante productos y marcas de baja implicación.
Aunque después de una elección al azar, los compradores pueden racionalizar su
conducta para evitar la disonancia, esta es la antesala para una compra
habitual.
3.
La Preferencia Intrínseca: la Pone en evidencia los gustos de un
consumidor. Se elige sin deliberación para la toma de decisión. Cuando la
preferencia intrínseca es el único criterio de elección, la compra no tiene más
objetivo que los sentimientos del comprador.
2.
“Decidir antes de comprar”: se produce cuando hay dudas sobre el
producto o marca comprar, de modo que es necesaria una evaluación de las
alternativas para reducir la incertidumbre. Es importante para la persona
dedicar tiempo en la tarea de toma de decisión.
Partiendo de estas
clasificaciones podemos ver comportamientos de compra que implican una toma de
decisión compleja y un nivel de interés elevado del comprador hacia la compra,
frente a decisiones menos complicadas que requieren un nivel de atención,
análisis y reflexión menor. En las diferentes clasificaciones de conductas de
compra, se ve claramente que el nivel de implicación del consumidor es la
variable que se utiliza como principal criterio para formar grupos. Este nivel
de implicación se forma entre la relación entre un consumidor y una categoría
de producto particular (Dubois y Rovira, 1998) y se conoce como un estado no
aparente de motivación o de interés que es creado a partir de un objeto o una
situación específica que entraña determinadas conductas, algunas formas de
búsqueda de productos, de procesamiento de la información y de la toma de
decisión (Rothschild, 1984).
El nivel de implicación,
influye mucho en la conducta de compra, de manera que cuando aumenta, quien
decide profundiza más en cada una de las etapas del proceso de decisión. Es
decir, la persona está más dispuesta a realizar un esfuerzo cognitivo para
tomar una decisión. Ante decisiones complejas y de mucho riesgo, sabemos que la
persona es capaz de justificar su conducta de una manera racional, ya que al
comprar se ha producido un aprendizaje intenso que permite delimitar una serie
de criterios de valoración para reducir la incertidumbre y el margen de error
en la compra.
Pero cada una de las etapas
que forman el esquema de la conducta de compra reflejado anteriormente cambia,
o incluso puede no existir, según el nivel de implicación del comprador, en
función del interés que una persona tiene ante una compra determinada. En el
siguiente capitulo analizaremos la conducta de compra haciendo énfasis en
aquellos conceptos que desde una perspectiva psicológica-administrativa
facilitan su comprensión.
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